HENRI MATISSE: EL COLOR, UNA BASE CIENTÍFICA DEL SENTIMIENTO Y UNA POSIBILIDAD ORNAMENTAL Y ANTINATURALISTA DE LA FIGURACIÓN.
La audacia plástica, a menudo magnificada por una sensualidad luminosa, convierte la larga carrera de este hombre nacido en el norte de Francia pero conquistado por el Mediterráneo en una apoteosis de la pintura francesa del siglo xx.
Del neoimpresionismo al fauvismo
Mal estudiante de derecho, abandonó sus estudios en la universidad de Paris para entrar en la academia Julian y preparar el examen de ingreso a la escuela de bellas artes. En 1892, compaginó su aprendizaje académico con el trabajo en el estudio de Gustave Moreau, pintor original y esteticista refinado. En el taller de Moreau, Matisse tuvo como condiscípulos a Rouault, Camoin, Manguin y Marquet, que con el paso de los años iban a convertirse en miembros destacados del fauvismo. Matisse aprendió mucho de Moreau, que alentaba a sus alumnos a desarrollar su talento. En primer lugar, siguiendo los consejos de su maestro, realizó numerosas copias en Louvre. En aquel entonces, el futuro maestro del color pintaba cuadros monocromáticos de interiores y naturalezas muertas, en un estilo tradicional y muy académico.
Las vacaciones (1895 y 1896) que paso en Belle-île, en Bretaña, marcaron un hito importante en su vida. Allí conoció al pintor australiano Jun Rases, le abrió los ojos a las posibilidades de la pintura del paisaje y le familiarizo con el impresionismo, cuya fuerza le deslumbro vivamente. A partir de entonces, el estilo sombrío de sus primeros lienzos dejó paso a una concepción de la pintura más luminosa (El trinchante, 1897) Por otra parte, un viaje a Córcega acentuó este acercamiento al color, aunque de 1900 a 1904 vivió de nuevo un paréntesis austero inspirado seguramente por Cezanne.
A la austeridad siguió un verdadero desenfreno de color, expresado en pinceladas puntillistas influidas seguramente por Signac, que le invitó en 1904 a Saint- Tropez. Durante un tiempo siguió los preceptos de Signac, sobre todo para pintar su primer cuadro en gran formato “Lujo, calma y voluptuosidad”. En 1905, en el Salón de Otoño de París Matisse apareció de repente como un verdadero jefe de vanguardia de un movimiento nuevo, que la crítica denomino fauvismo. El abandono del neoimpresionismo con una pincelada libre y manchas tenues de color llenas de luz y esta nueva y original manera de pintar se afirmó con fuerza con la simplificación del delineado de los contornos y la aplicación de colores directos y lisos en su monumental “placer de vivir”.
La cúspide de los años 1908-1917
De 1907 a 1911, Matisse dio clases particulares a numerosos alumnos extranjeros. Por otra parte, en su obra, la construcción por el color y la simplificación formal dominaban el cuadro con una audacia y una seguridad crecientes (El trinchante rojo, 1908). En esta época, Matisse encontró una importante fuente de inspiración en las máscaras negras y la cerámica popular de Argelia, País que visitó en marzo de 1906 (Desnudo azul que lleva el subtitulo de Recuerdo de Biskra) y, posteriormente, en la pintura de iconos que descubrió cuando se instalo en Moscú para pintar “La danza y La música”. Máscaras e iconos radicalizaron la simplicidad de la forma que, en “”, se aproxima a la abstracción. El lienzo se reduce a arabescos monumentales y a algunos campos cromáticos.
Un deslumbramiento solar
El contacto con Renoir con el que coincidió arrastró un tiempo a Matisse hacia formas más suaves y hacia una luz mas dulce. Sus temas, ventanas y odaliscas, reproducen en sus lienzos el efecto de las telas estampadas y de los papeles pintados (“pequeña Odalisca con pantalón rojo”, seguida por la “Figura decorativa sobre fondo ornamental”, de nuevo muy geometrizada). A partir de 1905, Matisse realizó numerosos viajes: Italia, Alemania, España, Rusia, y Norte de África. En 1930 visitó Tahití y los Estados Unidos donde el Dr. Barnes le encargó un mural con el tema de la Danza para su casa de Filadelfia. A lo largo de su obra nunca le abandonó aquel deslumbramiento que el Mediodía francés le había provocado, y que siempre reflejó con un colorismo y una luminosidad sin par aunque, ciertamente, SU pintura evolucionó desde las primeras telas de Saint-Tropez que rezuman el placer de vivir hasta la poesía meditativa del Silencio habitado de las casas, realizada en 1947.
Una de sus últimas obras monumentales fue la decoración de la capilla del Rosario de los dominicos de Vence, ciudad en la que se instalo en 1943. Explosión de rojos, acento de negros y luz de blancos destacan en sus diversas variaciones de una Blusa Rumana (1940) o de un Sillón grutesco (1946). Al final de su vida, su doble pasión por el dibujo y el color le condujo a la realización de sus famosos guaches recortados que comenzó con la ilustración del libro Jazz con textos suyos, y que sólo finalizó con su fallecimiento en 1954, a la edad de 84 años.
Más imágenes de Matisse en:
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