AUTOR: Louis-David.
NEOCLASICISMO.
A partir de esta pintura comienza a madurar el estilo de David. El tema fue leído como revolucionario, se exaltaba el pensamiento de los que se oponían a la monarquía. David ya estaba implicado en las ideas revolucionarias. Se exalta el tema de la virtud.
La historia en que se basa:
La guerra entre Alba y Roma, ciudades del Lacio unidas por vínculos de sangre, fue resuelta mediante el enfrentamiento de los tres hermanos Horacios, romanos, y los tres Curiáceos, albanos. El combate era a muerte. Uno de los Horacios logró vencer. En cambio, su victoria quedó ensombrecida por las lamentaciones de su hermana Camila, prometida con uno de los Curiáceos. El Horacio vencedor dio muerte a su hermana. Cuando los lictores lo apresaron, el padre de los Horacios salió en defensa de su hijo aludiendo a la entrega a la causa cívica. El joven Horacio volvió a ser aclamado como un héroe.
El mundo clásico es la pantalla donde se refleja el presente:
David exalta la figura del campeón, quiere dar a entender que el monarca no sólo es el privilegiado, sino que se exige la moralidad pública. David elige el momento del juramento y del compromiso. El poder político tiene que dar fe ante la colectividad. Los tres Horacios juran ante su padre que defenderán la colectividad. Las mujeres son las protagonistas del drama, ellas no empuñan la espada, pero ponen su alma para asumir su destino.
Composición matemática:
El grupo de las mujeres de la derecha es piramidal y se compensa por el dinamismo del grupo masculino a la izquierda que representa el dinamismo. Serenidad clásica y potencia de espíritu se unen. El efecto final es el de un equilibrio que se rompe con la energía de las manos, energía moral, sentimental y anímica. En las manos confluye la triple línea que caracteriza la pintura de David, el Neoclasicimo, Romanticismo y Realismo.
Los tres arcos establecen la estructura de tríptico, en cada hueco de penumbra se estructuran los grupos. Si en primer término predomina el dolor, la incertidumbre tiene lugar en la penumbra del fondo.
Mecenas:
El encargo se lo hizo el conde D´Angiviller en 1783. Él quiso renovar codificando un estilo que cantara las bondades de la monarquía reformada de Luis XVI.
Técnica:
La pincelada es lisa, imposible de apreciar su huella, el resultado es el de una superficie pulida. Grandes calidades textiles en los atavíos y sensación sanguínea en los cuerpos. David capta por igual la calidez en el compromiso humano que la frialdad en el metal de las espadas.
Comentario para estudio (sacado de apuntes Tema HAC-01)
Suele considerarse al óleo titulado el “Juramento de los Horacios” ante su padre (París, Louvre), pintado en Roma en 1784 e inspirado en Tito Livio y en Corneille, como el manifiesto francés de la pintura de historia neoclásica. Viene a ser el reverso pictórico, dentro de la variante genérica de la pintura de carácter histórico, de aquella otra obra mitológica y paradigmática, que fue el "Parnaso" de Mengs. En tal obra la escultura propia de un relieve clásico se hace pintura sin abandonar su volumen escultórico.
Es un llamamiento ético, estoico, al sacrificio patriótico de los ciudadanos en particular ante un peligro nacional común, que rompe formalmente con el rococó en Francia. La escena, en la que no hay ninguna muestra de violencia presente aunque se adivine el horror de lo que ocurrirá, se ubica teatralmente por delante de un fondo arquitectónico clásico, que actúa cual una bambalina. Tres arcos sobre los capiteles toscanos sirven para enmarcar, como si se trataran de hornacinas que encierran esculturas santificadas, a las figuras en otros tantos grupos diferentes.
Constituyen secuencias consecutivas y previas a una acción gloriosa, donde se reflejan tres actitudes y sentimientos: los tres Horacios, el padre, que ocupa el centro de la perspectiva visual y que se halla más próximo al espectador, y las mujeres afligidas por su partida, a la derecha. Hay una contraposición de dos sentimientos antagónicos, que reflejan tópicos sencillos de fácil percepción y en uso entonces: el heroísmo viril y la aflicción femenina; el sueño, tal vez vano, de la gloria y la realidad sangrante del sacrificio doloroso. La familia, el núcleo del Estado, es sacrificada por el bien de la Patria.
En medio la figura del padre actúa de nexo de doble significado, ambiguo, entre ambos, pues parece participar de ambos sentimientos. La Revolución concedió a este lienzo, aunque lo había realizado antes por encargo de la corona, al exponerse en el Salón de 1791, un valor emblemático al sublimar el sentido heroico de los Horacios, sacrificados por el bien común de la Patria, tal y como también entonces parecía exigirse a los ciudadanos franceses ante los cambios sociales y las necesidades bélicas de la época.