Tuesday, October 24, 2006

W. BLAKE. HAC-01: El desencanto de la Revolución y la crisis del Clasicismo (XXXII).

WILLIAM BLAKE.

William Blake fue un librepensador poeta y un pintor que gustó de ilustrarse él mismo sus libros, como si se trataran de códices miniados medievales, y en el que resulta imposible desvincular su pintura de su literatura. De vida excéntrica, tal vez mística, usó de la Biblia como fuente principal de inspiración sin olvidarse nunca de la mitología grecorromana y también se embebió con la lectura de Dante, Shakespeare, John Milton y Edward Young, libros que luego ilustraría con un estilo siempre muy personal.

Visionario, y un tanto dudoso místico, se opuso al racionalismo excesivo y al clasicismo estático, que veía en la Antigüedad clásica el único ideal y canon de belleza.

Frente a la razón opuso la imaginación, que llegó a iden­tificar con la eternidad, con lo infinito y con lo eterno, y hasta con el mismo Cristo; y frente al orden contrapuso lo asistemático y lo contradictorio, una de las constantes más significativas de su vida y pensamiento. En el fondo desbordó la imagen clásica y derivó hacia lo sublime, que a la vez es un elemento de lo pintoresco. De aquí que se le quiera entender como un revolucionario y un visionario precursor del romanticismo y desdeñoso del excesivo racionalismo de su época, que no dejaba crecer, encadenaba o ahogaba la imaginación.

Formado en las técnicas del grabado, la obra artística de Blake es, sobre todo, la de un ilustrador de libros, la de un iluminador a mano de estampas. En el fondo era un aficionado a las miniaturas medievales. En ella se advierten aún muchos rasgos neoclásicos por excelencia como son, por ejemplo, la preponderancia concedida a la línea (un dibujo esencial a lápiz o a tinta) sobre el colorido, por lo general, a la acuarela o a la “tempera” (a pesar del uso extremado que a veces hizo del color); en la monumentalidad de sus figuras y sus desnudos estilizados, y su amor por la mitología, a la que solía dar un tratamiento casi religioso. También puede percibirse en su obra la influencia indudable de Miguel Ángel, a quien simplificó al máximo, y la aparentemente contradictoria de los pintores góticos, llegando de este modo a soluciones eclécti­cas.

Blake escribió e ilustró varias obras, en las que trató de unir, lográndolo, casi de un modo indivisible el texto con la imagen, que se complementan necesariamente entre sí: "Esbozos poéticos", "Tiriel" (la historia de un anciano rey ciego y tiránico que esclaviza con sus leyes a sus mismos hijos), "Matrimonio del Cielo y del Infierno", "El libro de Urizén"… Llevó a la práctica esa unión sutil que se advierte entre poesía y pintura. No es posible percibir dónde comienza una y en dónde termina la otra ni en su escritura ni en sus ilustraciones. Con ello realizó un cierto clasicismo horaciano. Se trata de poemas épicos, que tienen a la vez mucho de homérico, de bíblico, de literatura medieval, de Shakespeare…