Francisco de Goya y la idea moderna de la pintura. Los retratos cortesanos. Los grabados, crónica de lo cotidiano y evasión de la realidad. La pintura de sus últimos años.
Goya, como Blake, Flaxman y Füssli hicieron, también llegó a la práctica de una pintura visionaria y crítica en ocasiones pintoresca y hasta a veces sublime desde 1792. En tal año contrajo una enfermedad tan extraña como terrible durante su viaje a Andalucía, que le dejaría sordo y le recluiría en un mundo introvertido.
Desde entonces su estilo experimentó un cambio asombroso. Pero el artista aragonés no se inspiraría principalmente en los motivos religiosos, ni en la Biblia ni en la mitología como Blake, ni en la literatura, sino que lo hizo directamente en la realidad cotidiana, en el ambiente revuelto que le rodeaba durante esos años difíciles de entre siglos, en cuyo transcurso la razón había conducido a la revolución, y que interpreta literariamente. Si el artista inglés unió texto e imagen en sus libros, el español pondría leyendas a sus ilustraciones. Así las explicaba; pero a veces de una forma un tanto enigmática por imprecisa.
De este modo Goya percibió el elemento demoníaco en la vida misma, en lo atroz, en la miseria humana, en la injusticia, en el hambre, en la guerra, en la superstición, en la brujería, en la incultura..., sin tener que desplazar su imaginación hacia una existencia más allá de lo terrenal. En este sentido construyó uno de los caminos posibles al romanticismo histórico y hasta se adelantó al expresionismo, aunque la intención moralizadora, con el empleo de una ironía bien perceptible, de su obra le siguiera uniendo, o relacionando de alguna forma, con la compleja cultura de la Ilustración.
Y todo ello lo realizó por medio, principalmente, de las 80 láminas de “Los Caprichos”, puestas a la venta en 1799, consideradas como la obra clave de su pintura y hasta uno de los emblemas del arte moderno, así como a través de la serie de “Los Desastres de la Guerra”, del difícil programa de pinturas negras (1821-1822) inventadas para cubrir las paredes de las dos salas principales de su finca de recreo a orillas del Manzanares, la Quinta del Sordo, y de los coetáneos grabados titulados “Los Disparates” (1815?-1824?). Los llamados Album A o de San Lúcar y el Album B o de Madrid vienen a ser los precedentes inmediatos de tales series de grabados, pues ya en ellos ofreció la imagen a la par crítica y caricaturesca de la vida cotidiana con alusiones a la sensualidad, la prostitución, la brujería, la doble moral de ciertos eclesiásticos…
Quizá la figura de Goya sea más atrayente por lo que supone de ruptura. Francisco de Goya y Lucientes nace en un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza llamado Fuendetodos. Sus padres formaban parte de la clase media baja de la época y pronto se trasladaron a Zaragoza. En la capital aragonesa recibió Goya sus primeras enseñanzas; con doce años aparece documentado en el taller de José Luzán, quien le introdujo en el estilo decadente de finales del Barroco. En este taller conoció a los hermanos Bayeu, muy importantes para su carrera profesional. Zaragoza era pequeña y Goya deseaba aprender en la Corte; este deseo motiva el traslado durante 1763 a Madrid, participando en el concurso de las becas destinadas a viajar a Italia que otorgaba la Academia de San Fernando, sin obtener ninguna.
En Madrid se instalará en el taller de Francisco Bayeu, cuyas relaciones con Antón Rafael Mengs eran excelentes. Bayeu mostrará a Goya las luces, los brillos y el abocetado de la pintura. Durante cinco años permaneció en el taller, concursando regularmente en el asunto de la pensión, siempre con el mismo resultado.
Decidió ir a Italia por su cuenta; la estancia italiana va a ser corta pero muy productiva. A mediados de 1771 está trabajando en Zaragoza, donde recibirá sus primeros encargos dentro de una temática religiosa y un estilo totalmente académico. Más tarde Goya contrae matrimonio con María Josefa Bayeu, hermana de Francisco y Ramón Bayeu por lo que los lazos se estrechan con su "maestro". Los primeros encargos que recibe en la Corte son gracias a esta relación. Su destino sería la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, para la que Goya deberá realizar cartones, es decir, bocetos que después se transformarán en tapices. La relación con la Real Fábrica durará 18 años y en ellos realizará sus cartones más preciados: “Merienda a orillas del Manzanares”, “El Quitasol”, “El Cacharrero”, “La Vendimia” o “La Boda”.
Durante este tiempo va a efectuar otros encargos importantes; en 1780 ingresa en la Academia de San Fernando para la que hará un “Cristo crucificado” (Museo del Prado), y ese mismo año decora una cúpula de la Basílica del Pilar de Zaragoza, aunque el estilo colorista y brioso del maestro no gustara al Cabildo catedralicio y provocara el enfrentamiento con su cuñado Francisco Bayeu.
Al regresar a Madrid trabaja para la recién inaugurada iglesia de San Francisco el Grande por encargo de un ministro de Carlos III. En Madrid se iniciará la faceta retratística de Goya, pero será durante el verano de 1783 cuando retrate a toda la familia del hermano menor de Carlos III, el infante D. Luis, sirviéndole para abrirse camino en la Corte, gracias también a su contacto con las grandes casas nobiliarias como los Duques de Osuna o los de Medinaceli, a los que empezará a retratar, destacando la “Familia de los Duques de Osuna”, uno de los hitos en la carrera de Goya.
Carlos IV sucede a su padre en diciembre de 1788; la relación entre Goya y el nuevo soberano será muy estrecha, siendo nombrado Pintor de Cámara. Este nombramiento supone el triunfo del artista y la mayor parte de la Corte madrileña pasa por su estudio para hacerse retratos.
Durante 1792 el pintor sufre una enfermedad cuya secuela dejará a Goya sordo para el resto de sus días; esta dolencia hará mucho más ácido su carácter y su genio se verá reforzado. El estilo suave y adulador dejará paso a una nueva manera de trabajar. Al fallecer su cuñado en 1795 ocupará Goya la vacante de Director de Pintura en la Academia de San Fernando, lo que supone un importante reconocimiento.
Este mismo año se iniciará la relación con los Duques de Alba, especialmente con Doña Cayetana, cuya belleza y personalidad cautivarán al artista. Cuando ella enviudó, Goya realizó varios cuadernos de dibujos en los que se ve a la Duquesa en escenas comprometidas. De esta relación surge la hipótesis de que Doña Cayetana fuera la protagonista del cuadro más famoso de Goya:”la Maja Desnuda”. Pero también intervendrá en la elaboración de los Caprichos, protagonizando algunos de ellos. En estos grabados Goya critica la sociedad de su tiempo de una manera ácida y despiadada, manifestando su ideología ilustrada.